«Es obvio que la poesía y la fotografía pueden complementarse y hasta influirse recíprocamente. Por una parte, la fotografía capta una imagen fija, inmóvil (a veces sólo un instante de una realidad dinámica o de una coyuntura motriz, desplazable o vibrante), y la poesía puede, a partir de esa suspensión o tregua del movimiento, hacer una lectura que la enriquezca. Por otra parte, la poesía, que genera o propone transformaciones, procesos, auges o deterioros, puede ser sintetizada ejemplarmente por la fotografía cuando ésta elige de aquella una imagen decisiva, que habla por sí misma.»


Mario Benedetti Poeta

lunes, 24 de febrero de 2014

"Ibn Zaidun y la princesa Wallada "


En Córdoba, en el Campo de los Martires, en el barrio de la Juderia hay un bonito monumento dedicado al amor entre la princesa Wallada y el poeta Ibn Zaydun, representado por unas manos entrelazadas bajo un templete. Realizado en 1971 por Pablo Yusti Conejo (escultor) y Victor Escribano (arquitecto). Está situado entre el alcázar y una de las puertas de la muralla, que da acceso a la judería. En este bonito rincón suelen ir los novios a hacerse fotos ya sea el día de la boda, como en la preboda. Al final de la entrada he puesto una canción dedicada a Wallaba, por si la quereís escuchar mientras leéis la historia.


En Córdoba, en el Campo de los Martires, en el barrio de la Juderia hay un bonito monumento dedicado al amor entre la princesa Wallada y el poeta Ibn Zaydun,
 representado por unas manos entrelazadas bajo un templete.
 
 
Historia de amor de dos poetas cordobeses: la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn Zaydun. La pasión de estos poetas tuvo lugar en Córdoba, capital de al-Andalus, en una época convulsa. Después de la caída del Califato (1031), hubo un largo período de guerra civil en al-Andalus, llamada fitna. En medio de las intrigas, traiciones y asesinatos por encargo, dos jóvenes dieron rienda suelta a los sentimientos más puros e intensos.


Wallada bint al-Mustakfi, (ولادة بنت المستكفي o Ualada hija de Mostacfi, La que alumbra), (Córdoba, 994 – íd. 26 de marzo de 1091) era hija de uno de los últimos califas cordobeses de sangre omeya, de Muhammad III al-Mustakfi y Amin'am, una esclava cristiana. Tuvo una infancia feliz y una educación acorde a su rango social. Su adolescencia trascurrió paralela a la agonía del Califato. La época dorada del califato llegó a su fin siendo ella una adolescente. La hermosa Wallada dio muestras de su carácter fuerte, cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer. Se mezclaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias muestras de su valía como poetisa. Este comportamiento llamó la atención, no dejaba a nadie indiferente. La hermosa Wallada contaba con admiradores y detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas sobre la princesa. Alcanzó una alta posición y heredó de su padre riquezas suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.

Era muy bella,  de piel clara y con los ojos azules, además de inteligente, culta y orgullosa, de cuerpo esbelto, rubia-pelirroja, vestía a la moda de Bagdad. Llevaba bordados en los hombros de sus vestidos. En el lado izquierdo decía: “Por Allah, que merezco cualquier grandeza y sigo orgullosa mi camino.” Y en el lado derecho decía: “doy gustosa mi mejilla a mi enamorado y doy mis besos a quien los quiera.”


Fue entonces, cuando decidió abrir un salón literario. En aquella hermosa casa, con varias estancias abiertas al patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar y demás materias básicas a las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo, el salón literario, se convirtió en un lugar obligado de reunión para los intelectuales. Estos discutían acerca de los vaivenes de al-Andalus, la destrucción de Medina Azahara o comentaban acerca del califa de turno. Todo ello en un entorno con aroma a sándalo, disfrutando de ricos manjares y sabrosos zumos naturales. Las sirvientas de Wallada se ocupaban de todo lo relacionado con el buen funcionamiento de su salón literario, siempre bajo la atenta mirada de la princesa. Ella hacía especial hincapié en el desarrollo de la poesía, más que en temática política.

De esta manera, Wallada organizaba sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color, ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle. Bordaba sus versos en sus trajes y tuvo el atrevimiento de participar en las competiciones masculinas de completar poemas inacabados mostrando libremente su rostro, conducta que la hizo ser llamada "perversa" y ser criticada muy duramente, aunque también tuvo numerosos defensores de su honestidad, como el escritor Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma y el visir Ibn Abdus, su eterno enamorado que, al parecer, permaneció a su lado y la protegió hasta su muerte. Wallada murió el 26 de marzo de 1091 el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba.


Poema que Wallada hizo bordar en oro sobre su vestido

Yo ¡por Dios! merezco la grandeza
y sigo orgullosa mi camino.
Doy gustosa mi mejilla a mi enamorado
y doy mis besos a quien los quiera.

Un cronista afirmaba: “Aquel salón era lugar de reunión de los nobles del país y su patio era como un campo de carreras para los caballos de la poesía y la prosa…. mezclado eso con… la pureza de sus vestidos. Por ser, sin embargo, despreocupada y demostrar sus pasiones, la crítica se abrió camino para hablar contra ella.” 

 

Ibn Zaydun, joven noble de excelente posición, con gran influencia política y sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento acudía al salón de Wallada. 

Una noche de tertulia, sus miradas se cruzaron, sus corazones comenzaron a latir como si de una danza se tratase. Ibn Zaydun encendido de amor, visitaba el salón de Wallada todos los días, sólo para contemplar la belleza de aquella extraordinaria mujer. Ella también había quedado fascinada por la penetrante mirada del poeta y el sonido grave de su voz. Se enamoraron. Comenzó así una apasionada historia de amor, que debían mantener en secreto. De ahí que decidieron expresar sus sentimientos a través de la poesía.

 

La gran pasión de Wallada en su vida fue el poeta Ibn Zaydún( del que apenas se conocen datos de su vida hasta que conoció a la atractiva princesa y poetisa), con el que mantuvo una relación secreta, dada la vinculación del poeta con un linaje rival, los Banu Yahwar.

Estos amores tuvieron un final tempestuoso por la relación de Ibn Zaydún con una esclava negra de Wallada. Tras la ruptura la correspondencia mantenida entre los amantes se convierte en una sucesión de sátiras feroces, donde aparece el nuevo amante de Wallada, que también se convierte en destinatario de las duras críticas del poeta. Las consecuencias de las palabras dirigidas a su rival, le llevaron a la cárcel, desde donde escribió bellas cartas a sus amigos para que intercedieran por él, al fin sus súplicas tuvieron efecto, y fue libertado aunque alejado de la corte con misiones de embajador ante otros reyes. Recorrió distintas cortes (Sevilla, Badajoz, Valencia), para instalarse por último en la corte de Al-Mutadid como secretario, cargo que desempeño hasta su muerte. 
Sobre esta relación giran ocho de los nueve poemas que de ella se conservan. La relación se rompió por la relación de Ibn Zaydún con una esclava negra de Wallada, lo que puede ser cierto, pero también responde a un tópico de la poesía de la época.
Entre estos poemas, que tuvieron la misión de ser cartas entre los amantes, dos expresan los celos, la añoranza y los deseos de encontrarse; otro, la decepción, el dolor y el reproche; cinco son duras sátiras contra su amante, al que reprocha entre otras cosas tener amantes masculinos, y el último alude a su libertad e independencia.

 
  Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn Zaydun:

“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad
Pues opino que la noche es más encubridora de los secretos
Tengo algo contigo que si coincidiera con el sol
Éste no brillaría
Y si con la luna, ésta no saldría
Y si con las estrellas, éstas no caminarían.”


Ibn Zaydun por su parte le contestaba:

“Tu amor me ha hecho celebre
entre la gente
por ti se preocupa mi corazón y
pensamiento,
cuando tú te ausentas
nadie puede consolarme y
cuando llegas todo el mundo está presente.”

Y también le decía:
“Si he perdido el placer de verte,
Me contentaré oyendo hablar de ti.
Si el guardián se descuida,
Me contentaré con un breve saludo.
Temo que los censores sospechen, pero
¿Hay plazo en el amor?”


 Ibn Zaydun la describe así:

Aquella muchacha de ojos bellos,
De fragancia deliciosa,
De aliento perfumado, de aroma penetrante,
Me tendió su fina mano, y comprendí
Que era hermosa mujer de mirada seductora.
Por su talle corre fresca sabia juvenil;
Ungida está de almizcle por su muy clara virtud.
Cuando me ofrece jazmines en la palma de su mano
Recojo estrellas brillantes de la mano de la luna.
“Tiene carácter dulce,
Talle perfecto
Y una gracia como el aroma
O la euforia del vino.
Me ofrece solaz su charla
Tan deleitosa
Como la unión amorosa
Lograda tras la ausencia.”


Cuando Ibn Zaydun debía ausentarse de Córdoba por actividades políticas, Wallada lo extrañaba y sintiendo su ausencia escribía:

“¿Acaso hay para nosotros,
Después de esta separación, una salida;
Puede quejarse cada uno de nosotros
De lo que ha sufrido?
Pernoctaba yo en los tiempos
De nuestras visitas mutuas durante el invierno
Sobre las brazas crepitantes por la pasión.
¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,
Ha apresurado el destino lo que yo temía?
Giran las noches y no veo el fin
De nuestro distanciamiento,
Ni la paciencia me libra
De la esclavitud de mi anhelo.
Riegue dios la tierra donde estés
Con toda clase de lluvias copiosas.”


Ibn Zaydun, por su parte, le escribía:

“Cuando tú te uniste a mí
como se une el amor al corazón,
y te fundiste conmigo
como el alma se funde con el cuerpo,
enfureció a los detractores
el lugar que yo ocupaba en ti:
en el corazón de todo rival
arde la llama de la envidia.”


Lamentablemente, la intuición de Ibn Zaydun contenida en estos dos renglones, no tardó en convertirse en verdad. Su relación amorosa con Ibn Zaydun fue víctima de intrigas surgidas en medio de la violencia política que imperaba en al-Andalus. Ibn Zaydun ocupaba una posición política privilegiada, y contaba entre sus enemigos con Ibn Abdús. Era éste un  poderoso visir del débil califa de turno. Ibn Abdús, envidiaba a Ibn Zaydun sobre todo por su relación con Wallada. Ibn Abdús la deseaba para sí. Tramó entonces una trampa para el noble poeta. Sobornó a una esclava de la princesa, para que sedujera a Ibn Zaydun. Éste, sin sospechar, pecó de ingenuo. La esclava de Wallada puso en marcha todas sus armas de seducción hasta que Ibn Zaydun se dejó envolver. Cuando “su presa” había caído en el engaño, apareció el visir e hizo público la supuesta traición.

Wallada montó en cólera. Su orgullo estaba dolido, su prestigio dañado, su vida pública se vio salpicada por este escándalo. La hermosa princesa había sido traicionada por su gran amor. Ella no pudo o no supo perdonarlo. El pobre de Ibn Zaydun desesperado, se deshizo en explicaciones y disculpas. En la corte se supo que había sido el visir Abdús quien había orquestado la conspiración. Ibn Zaydun era consciente de que su carrera política también podría correr peligro.  Pero de momento, sólo sabía llorar de amor, hizo todo lo posible por obtener el perdón de la hermosa princesa, pero ella no dio su brazo a torcer. Su orgullo y su fuerte carácter hicieron que el amor apasionado se tornara en apasionado odio por Ibn Zaydun. Éste por su parte, quedó desolado, muerto de amor, deambulaba por la calles de Córdoba completamente desolado. Ya ni se acercaba al salón literario, pero llegaron a sus oídos los versos que la herida Wallada le dedicó:


“Si hubieses hecho justicia
al amor que hay entre nosotros
no hubieses amado ni preferido a mi esclava
ni hubieses abandonado la belleza de la rama
cargada de frutos
ni te hubieses inclinado hacia la rama estéril
siendo así que tu sabes que yo soy
la luna llena en el cielo,
sin embargo, te has enamorado,
por mi desgracia, de Júpiter”

Ibn Zaydun arrepentido, roto de dolor, hizo lo imposible para obtener su perdón: 

“Desde que estas lejos de mí,
el deseo de verte consume mi corazón
y me hace lanzar torrentes de lágrimas
mis días son ahora negros y
antes, gracias a ti, mis noches eran blancas.”

Pura Piedra
Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
Y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
Y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumiso,
Yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
Te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
Y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
Y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
De quejarse tanto a un corazón de pura piedra.”

El envidioso visir ibn Abdús no se contentó con separar a Ibn Zaydun de Wallada, sino que además, provocó su caída política en Córdoba. El apuesto poeta fue encarcelado.  Ibn Zaydun logró escapar de su celda, se refugió en Sevilla. Para entonces, el califato se había roto en mil pedazos, conformando los llamados reinos de taifas. Consistían en pequeños territorios donde gobernaba un dirigente local. En el caso de Sevilla, dirigía las riendas un poderoso y rico miembro de la familia Abbad. Se llamaba al-Mu´tadid, temido y cruel fue agrandando su territorio a base de violencia. Sin embargo, Ibn Zaydun obtuvo su confianza y así el eterno enamorado rehizo su vida en la corte sevillana.  

La princesa Wallada, dolida, quizá por venganza se  acercó al visir Abdús, quien siempre la había deseado. Ella lo sabía, pero nunca le había dado esperanzas.  Ibn Zaydun, desde Sevilla, al enterarse de esta relación, escribió una sátira sobre Ibn Abdús.


¡Oh que noble es Wallada!
Un buen tesoro para quien busca ahorrar
Pensando en las necesidades del futuro.
¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me han dicho que Abu Abdús la visita y
Me han contestado: a veces la mariposa busca el fuego.”


La respuesta a este poema no se hizo esperar. Wallada, le escribió estos versos:

Poema de los siete insultos
“Tienes por apodo el hexágono
y es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.”

Ibn Zaydun, a pesar de sus virtudes,
Maldice de mí injustamente y no tengo culpa alguna;
Me mira de reojo, cuando me acerco a él,
Como si fuese a castrar a su ´Alí.”

Mientras, Ibn Zaydun se convirtió en el hombre fuerte de al-Mu´tadid de Sevilla, asumiendo el cargo de visir. El tiempo fue pasando, ya bajo el gobierno del hijo de al-Mu´tadid, Ibn Zaydun siguió en su cargo, convertido en un poderoso hombre de la corte, un gran poeta. El eterno enamorado poeta murió en Sevilla en 1070, habiendo alcanzado la máxima reputación, poder y riqueza personal. 

Wallada, por su parte, vivió bajo la protección de ibn Abdús. Con el tiempo, la bella princesa perdió su fortuna, recorrió al-Andalus exhibiendo su talento poético, en idas y venidas, siempre volvía junto a Ibn Abdús, en cuyo palacio acabó viviendo, aunque sin casarse con él. Así envejecieron hasta cumplir más de 80 años. Cuentan algunos cronistas que Wallada murió en el 1091, cuando los almorávides llegaron a al-Andalus.
Es una historia verídica ocurrida en tiempos convulsos, donde el amor puro y sincero, no era quizá, el sentimiento más extendido.  


Como recuerdo de este amor perdido, se pueden leer en el mármol del monumento unos versos del más puro romanticismo:
Tengo celos de mis ojos, de mí toda,
de ti mismo, de tu tiempo y tu lugar,
Aún grabado tú en mis pupilas,
Mis celos nunca cesarán…
(Wallada)

Ay, qué cerca estuvimos y hoy qué lejos! Nos separó la suerte, y no hay rocío
que humedezca, resecas de deseo,
mis ardientes entrañas; pero en cambio,
de llanto mis pupilas se saturan.

(Ibn Zaydun)
 

Los versos de ella sí están correctamente citados, pero no los de él, pues los que pueden leerse en el monumento son estos:
Tu amor me ha hecho célebre entre la gente
Por ti se preocupan mi corazón y pensamiento
Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme
Y cuando llegas todo el mundo está presente
(Ibn Zaydun)
 
Poeta Ibn Zaydun
Escultura en bronce de Mateo Ruiz Olmos
1963. Situada en la Puerta de Sevilla, Córdoba.

 


Cronistas que escribieron sobre Wallada:
Ibn Baskuwal, Ibn Sa´id e Ibn Bassam
Teresa Garulo, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Ediciones Hiparión, Madrid 1985
Lopez de la Plaza, Al-Andalus: Mujeres, Sociedad y Religión. Malaga, 1992
SOBH, Poetisas Arabigo-andaluzas, Granada 1994




Libros sobre esta historia:
En el 2000 se publica su primera biografía "Wallada, la última luna" de Matilde Cabello.

En 2005 otro libro sobre Wallada : "Wallada La Omeya" la última princesa Omeya, de Magdalena Lasala

Casidas Selectas. "Ibn Zaydun".

Música:
Una historia de amor y poesía - Eduardo Paniagua & El Arabi Ensemble.

En el Festival de la Guitarra de Córdoba el 15 de julio de 2004 se estrena “Wallada (El sueño de un poeta cordobés)”, para festejar los 1000 años del nacimiento del poeta Ibn Zaydún. Primer Musical de Rock Sinfónico Andaluz.

En febrero de 2008, el grupo musical Saurom lanza una canción dedicada a la historia de Wallada, titulada “Wallada la Omeya”, incluida en su álbum “Once Romances desde Al-Andalus”. La banda también dedica un vídeo musical a esta canción.

 

Enlaces: 

Wallada, la última princesa omeya
Asociación Tarab Al-Andalus
Al-Andalus Sefarad

Nota: Las fotografías son de mi autoría, los dibujos los he ido recopilando en Internet al igual que el texto y poemas.

Pd.: Sólo hay algo que no me cuadra y que tengo que investigar, y es que en todos los sitios donde he leído acerca de Wallada, dicen que era una mujer de cabello rubio, cosa rara ya que lo típico las gentes de esa época y en esas tierras era el cabello oscuro y además en todos los dibujos que he encontrado está retratada con el pelo oscuro.